26 de Julio
de 2024
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Opinión: los tres desafíos del Movimiento Obrero Argentino

20. 04. 2021

Por Aritz Recalde

Sociólogo, Magíster en Gobierno y Desarrollo y Director de Posgrado de la Universidad de Lanús

El Movimiento Obrero argentino tiene desafíos gremiales, históricos y políticos.

1-Desafíos gremiales

La recomposición del salario

Los trabajadores deben recuperar el poder adquisitivo del salario. Ya hace varios años que la inflación está por arriba de las paritarias y se produjo un deterioro general de los ingresos familiares. En no poco casos además, el impuesto a las ganancias congeló los aumentos acordados. Se calcula que en los últimos cuatro años la pérdida de poder adquisitivo fue, en promedio, de un -15/20%.

En el año 2020 la mayoría de las paritarias cerraron en una cifra cercana al 30%: por debajo quedaron universitarios (24%), personal doméstico (28%) y por arriba bancarios (34%) y metalúrgicos (39%). La inflación calculada por el INDEC entre enero 2020 y 2021 acumuló un 38,5%. El IPC de San Luis evaluó que la inflación del mismo período fue superior al 44%. El deterioro de los salarios reales es más grande entre los trabajadores de ingresos medios y bajos, ya que la mayor parte de su dinero se destina al consumo de los productos que tuvieron la inflación más alta. En el año 2020 y según el INDEC, los mayores aumentos de precios se dieron en alimentos y bebidas (42,3%), vestido y calzado (60,5%), equipamiento del hogar (43,6%), transporte (38,4%) y salud (35,7%).

Debe quedar claro, que nos todos pierden en la Argentina contemporánea. Durante los últimos años los bancos y los grandes grupos económicos aumentaron su rentabilidad y fueron los trabajadores y los pequeños productores los principales perjudicados. Se estima, que en el año 2020 en el contexto de la pandemia cerraron 40 mil PYMES y 90 mil comercios. Al mismo tiempo que se empobreció el sector de la producción y del trabajo, el Estado les pagó a los bancos y a los sectores financieros 15.000 millones de dólares de intereses (todo lo recaudado en concepto de IVA en un año).

La justicia social: vivienda, salud y educación

El Movimiento Obrero Organizado debe ser el promotor y el garante de los derechos básicos e irrenunciables a la vivienda, la salud de calidad y la educación.

La dificultad de acceso a la vivienda en la Argentina es un problema estructural y se estima que en el país el déficit habitacional es superior a 3,6 millones de viviendas (2 millones de casas deficitarias y hay que construir más de 1,6 millones). El mercado inmobiliario está dolarizado en un país caracterizado por la volatilidad del peso y por las frecuentes devaluaciones.

El salario mínimo en el país ronda los 150 dólares ($ 21.600), el piso salarial de un maestro es de 215 dólares ($ 31.000) y un becario del CONICET no supera los 360 dólares mensuales ($ 51.000). En el área metropolitana de Buenos Aires si bien los precios varían, es muy difícil comprar un departamento de uno o dos ambientes por menos de 80 a 120 mil dólares.

Con esos salarios los trabajadores no pueden ahorrar y tampoco acceder a los créditos hipotecarios y se ven obligados a alquilar. Los alquileres promedio más bajos en la Ciudad de Buenos Aires para uno o dos ambientes, no son inferiores a los $ 20 a 25 mil pesos si se les suman expensas. Esta realidad obliga a las familias a destinar gran parte de sus ingresos en alquiles, impuestos y servicios.

Históricamente, el Movimiento Obrero impulsó planes de vivienda para afiliados y tiene los medios técnicos y el conocimiento para ofrecer soluciones al Gobierno Nacional.

Argentina destina 10 puntos de su PBI en salud (gasto público, obras sociales, fármacos, etc.) y con ese inmenso esfuerzo que prácticamente duplica la inversión en educación, no logra dar un servicio eficiente para su población. El tipo de acceso a la salud en Argentina está estratificado en distintos grupos sociales. Los sectores de ingresos altos contratan una cobertura prepaga, los trabajadores en blanco acceden a una obra social sindical y el resto de las familias tiene acceso al sistema público. Éste último subsistema funciona de manera muy diferente en las provincias y dentro de los municipios. En no pocos casos, la deficiencia de la salud pública está llevando a que también el trabajador de ingresos medios y medios bajos, busque contratar un seguro médico privado.

Las obras sociales sindicales juegan un rol central en la provisión de salud y atienden a más de 16 millones de beneficiarios. Los sindicatos administran modernos centros sanitarios para sus afiliados dándoles servicios de alta calidad. Lamentablemente, los gobiernos suelen retener ilegalmente parte de estos fondos de las obras sociales que son de los trabajadores y acumulan deudas con los gremios poniendo en riesgo las coberturas. Los trabajadores de la salud y el Movimiento Obrero en su conjunto, tienen capacidad de gestión y el conocimiento necesario para impulsar la necesaria refundación del sistema, permitiendo que todo el pueblo acceda, sin diferencias, a los logros científicos médicos que son propios de nuestro siglo.

La educación argentina, como la salud, es cada día más clasista. Está aumentando la cantidad de familias de los estratos medios y altos que eligen el sistema educativo privado. El ideal liberal igualitario de la escuela pública que fue propio del siglo pasado, está en crisis terminal. La dirigencia política en su gran mayoría y ya desde los años noventa, sacó a sus hijos de la educación pública y pagan una privada. La noción misma de educación pública está en crisis y hace décadas que se profundizan los problemas de infraestructura, salariales, de vocación y de sentido de las escuelas del Estado.

Foto ilustrativa

Lamentablemente, hoy la educación no iguala a los argentinos, sino que los divide según sean sus ingresos. El sindicalismo gestiona escuelas de oficios y de formación profesional, tiene universidades y apoya diversos recorridos formativos. Sus afiliados integran todos los niveles educativos y están en condiciones de formular y de gestionar la necesaria refundación educativa argentina.

2-Desafíos históricos: las nuevas tecnologías y la civilización el trabajo

Tecnología y trabajo

El mundo entero está sumergido en este debate y las potencias económicas van a la vanguardia tecnológica y la lucha entre las naciones se está desenvolviendo en el plano de la innovación y de la ciencia.

Las nuevas tecnologías están remplazando trabajadores por máquinas y hay actividades y puestos laborales en peligro de desaparecer. Si bien se crean nuevas actividades en algunos nichos de mercado como la informática, la comunicación, la venta online, etc., el balance es un creciente y alarmante aumento del desempleo. En no pocas ramas de actividad se pone en riesgo el trabajo y con ello el sindicato que perdería sus afiliados.

El Movimiento Obrero no puede estar ajeno a la discusión sobre el futuro del trabajo. Por un lado, esto supone reconversiones de tareas y la planificación y la organización en el tiempo de nuevas actividades y formaciones técnicas especializadas. Además y cuestión fundamental, lo que deben discutir los trabajadores y los Estados es la forma en que se distribuye la riqueza que permite la tecnología. Este fabuloso excedente fruto de la mayor productividad que generan la innovación y la ciencia, podría destinarse a la inversión del desarrollo nacional y a garantizar el derecho de la comunidad a la cultura y al esparcimiento.

La pandemia obligó a muchas actividades a virtualizar los procesos de trabajo y a descentralizar labores a los domicilios de los obreros. Esto genera, potencialmente, un marco de posibilidad para la mayor flexibilidad laboral por parte de los dueños del capital. Asimismo, dicha dinámica pone en peligro el colectivo sindical ya que el trabajador se distancia de su ámbito social, no tiene relación con sus compañeros y tampoco con sus referentes gremiales.

La civilización del trabajo

Actualmente, la Argentina tiene alrededor del 40% de los trabajadores en el universo de la informalidad, del desempleo y/o el subempleo. Llevado al nivel de vida del pueblo, esa realidad explica que alrededor del 45% de los habitantes son pobres. Hay decenas de miles de niños que no culminan la educación obligatoria y están en la calle; hay adultos mayores que no hicieron aportes y no tienen jubilación y padecen problemas de atención médica; miles de jóvenes y adultos no conocen el trabajo formal, como tampoco lo conocieron sus padres y sus abuelos que fueron desempleados o informales. Esta mitad de la Argentina descartada y pobre, tiene problemas de acceso a la vivienda y suele vivir en asentamientos irregulares y barrios atravesados por el narcotráfico y la violencia creciente que es propia de la marginalidad.

Llevado al plano general del sistema productivo, las altas tasas de desempleo e informalidad generan el “ejército industrial de reserva” que puede bajar los salarios de todos los obreros activos a niveles de miseria. Este último proceso no se consolidó por el hecho de que existen los Convenios Colectivos de Trabajo y por el Movimiento Obrero Organizado que es la garantía del cumplimiento de los derechos.

La informalidad laboral hace inviable el ANSES y la seguridad social en el país. Los trabajadores y productores en actividad deben destinar un esfuerzo cada día más grande a financiar los subsidios y planes de ayuda, generando una baja y un deterioro en sus haberes jubilatorios.

El pago del inmoral e ilegal endeudamiento financiero especulador exacerbado desde 1977, la extranjerización económica y la fuga de capitales dificultan aún más la formación del ahorro que requiere el país para destinar en inversión. Sin inversión no hay desarrollo productico posible y el país seguirá destruyendo industrias y conduciendo a la mayoría de los argentinos a la pobreza. El país se hace inviable y avanza a un proceso de inestabilidad y de ciclos de crisis política, social y económica permanentes.

Al hacerse crónico los problemas del desempleo y de la pobreza, se está debilitando la cultura del trabajo. El subsidio dejó de ser una ayuda temporal, para volverse una forma de vida de millones de compatriotas. En realidad, cada trabajador debe generar, al menos, lo que consume él y su familia. El desempleo estructural humilla la dignidad de las personas y acentúa el conflicto de clases con los sectores del trabajo formal.

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