Las diferencias entre los dialoguistas de la CGT y el ala combativa de Pablo Moyano son cada vez más fuertes.
La CGT entró en convulsión ante las declaraciones de uno de sus secretarios generales, Pablo Moyano, que se diferenció del ala dialoguista y planteó la posibilidad de abandonar la central obrera. Paco Manrique, de SMATA, está en la misma sintonía mientras aquellos que entablan conversaciones con el Gobierno creen que la unidad, pese a este panorama, no se verá afectada.
Moyano desde siempre pensó que las charlas con el oficialismo no sirven para nada. Cree que son conversaciones vacías y pone muchos ejemplos sobre la mesa, tanto en público como en privado, como lo que pasó con la letra chica de la reglamentación de la reforma laboral: Héctor Daer comandó la negociación con el Ejecutivo por dos artículos y finalmente no consiguió nada significativo.
El líder de Sanidad apenas se llevó una promesa de conformar una mesa administrativa entre empresarios, funcionarios y sindicalistas para analizar la situación de trabajadores que participen de bloqueos, hoy, según la ley, pasibles de despido con causa y sin indemnización.
El enojo de Moyano
Moyano todavía mastica bronca por lo que considera un fracaso de los dirigentes de la CGT que se sentaron en la mesa con representantes del Gobierno en base a un artículo que directamente apunta a su gremio.
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Por eso, el camionero lanzó frases muy picantes. “No entiendo eso de ir a hablar con funcionarios que cagaron a palos a jubilados”, dijo. Y sobre su posible salida de la central obrera, sostuvo: “Después del 30 de octubre veremos si continuamos”.
Manrique, uno de sus aliados en la central, opina igual y acompañará a Moyano en lo que haga. Es otro dirigente que no está de acuerdo con seguir charlando con la administración libertaria. Y, como el hijo de Hugo, plantea que es necesario llamar a un paro nacional.
El hombre de SMATA fue más allá, y más rápido, que Moyano y miércoles avisó que quiere renunciar lo más rápido posible.
«Voy a renunciar a la CGT. A mí no me representa, se vació de contenido, no tiene claro hacia dónde va», dijo Manrique en declaraciones radiales. El gremialista y también diputado de Unión por la Patria (UxP) cuestionó con dureza a los cotitulares de la Confederación, la cual desde su punto de vista «se convirtió en cuatro o cinco dirigentes que discuten a escondidas».
«No sé cuáles son los objetivos de la CGT y soy el secretario gremial. No hay diálogo, se cortó la mesa chica, me entero más de lo que pasa con la CGT por ustedes que por los compañeros», planteó.
La CGT dialoguista, en silencio
Los dialoguistas, con Daer a la cabeza, se mantienen en silencio y tratarán en las próximas horas de acercar posiciones con sus pares “rebeldes”.
Remarcan que la división “no le conviene a nadie” y que Moyano lanza declaraciones simplemente para endurecer la posición del sindicalismo pero que en el fondo no busca romper. De hecho, recuerdan otro tipo de frases en el mismo sentido y que “la sangre finalmente no llegó al río”.
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Eso sí: están convencidos de que el paro general no es opción. Principalmente, porque es una herramienta que hay que cuidar al máximo para no desgastarla. Internamente, hablan de que una huelga “es una bala de plata” -histórico eufemismo de los dirigentes sindicales cuando buscan enfriar movilizaciones- que debe ser acompañada por un contundente apoyo social, y recuerdan que ya hicieron dos paros en menos de un año.
En concreto, no quieren ser la cara del desgaste del jefe de Estado. Pero para Moyano, a juzgar por las últimas movilizaciones, hay clima para seguir en las calles en pos de frenar el ajuste libertario. Diferencias difíciles de zanjar y que van a requerir muchas charlas en los próximos días.
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