22 de Noviembre
de 2024
Fuera de Megáfono.

La estancia del horror: la abusaron sexualmente, mataron a sus mascotas y la explotaron laboralmente junto a sus hijos menores

23. 12. 2020

La escalofriante historia de Laura Schonwand. Sucedió en el centro «La Chaparrita Polo Ranch and Horse Breeding», ubicado en la localidad de Cañuelas. Su testimonio, el del abogado y el de uno de sus hijos.

Laura Schonwand y sus tres hijos Lucas Larran Schonwand (18 años), Santiago Caeiro (14 años) y Luana Caeiro (11 años), fueron víctimas de cosificación, abuso y acoso sexual, explotación y negligencia laboral en condiciones de servidumbre, y padecieron violencia tanto verbal como física por parte de sus empleadores, en la estancia de La Chaparrita, ubicada el municipio de Cañuelas, según informa el portal Data Diario. Además, sus jefes asesinaron a sus dos perras y desaparicieron a sus tres gatos.

Laura jamás imaginó que en la estancia “La Chaparrita Polo Ranch and Horse Breeding”, ubicada en el kilómetro 75 de la ruta provincial 6, Claudio Zanetta, el dueño del establecimiento y su principal socio Cristian Force, pasarían de autoproclamarse como “sus salvadores” por ofrecerles un trabajo que significaría un “progreso” para toda su familia, a exponer la verdadera cara de lo que son, y de mostrar como aquella aberrante práctica de amo-esclavo en pleno siglo 21.

“Me encanta tu actitud. Llueven pedidos de trabajo por la pandemia y marca una situación de cómo estamos. Me gusta que sea una familia que quiera salir adelante y me motiva de mi lado, así que esperemos que del otro lado también. Te agradezco la sinceridad, nosotros somos gente de familia, también de laburo que queremos salir adelante. El lugar es muy tranquilo, estamos en el medio del campo, a 17 kilómetros del asfalto, pero es un lugar lleno de paz y de tranquilidad, que es digno para vivir ahí”, fueron las palabras que utilizó Force ante el primer contacto que hizo una entusiasmada Laura cuando encontró el pedido de búsqueda laboral.

Al cabo de 24 horas vendría la oferta formal: la propuesta de trabajo incluiría a Laura y también a su hijo Lucas, para trabajar por 30 mil pesos mensuales para cada uno, con el fin de realizar tareas en el cuidado, la alimentación y la higienización de sus animales y la elaboración y el mantenimiento de la huerta.

¿Cuáles fueron los factores que llevaron a Laura, enfermera y madre soltera a cargo de sus tres hijos en la ciudad cordobesa de Alta Gracia, a tomar la decisión de aceptar la oferta laboral de asentarse en Cañuelas en lo que, a priori, representaría un cambio de vida para ella, pero principalmente para Santiago, su hijo del medio, quien se encuentra en la última etapa del tratamiento oncológico por leucemia y que, en el medio de la pandemia del COVID, su enfermedad lo cataloga como paciente de riesgo?

“Las complicaciones para cobrar la totalidad del sueldo y también para cobrar en tiempo y forma que ofrece el sistema de salud, y que los chicos puedan pasar más tiempo al aire libre, con la posibilidad también de poder continuar sus estudios escolares”, desliza Laura, quien cuenta que en el acuerdo inicial que le prometió «El Patrón», también incluía hospedaje para su grupo familiar, la escolaridad de los chicos, wifi gratuito y las medicaciones para que su hijo Santiago pudiera continuar con su tratamiento.

Lo que nunca imaginó Laura es que ni bien llegada a la estancia, la cabaña donde se hospedarían durante los tres meses de su estadía tuviera sólo tres camas, que las jornadas laborales comenzarían a ser interminables (arrancaban a las 6 de la mañana y podían culminar a las 2 de la madrugada del siguiente día) y que además tendría que atender a turistas que se hospedaban en la finca.
Con el correr de los días, sus patrones irían agregando tareas como el lavado de ropa de sus pertenencias personales y las de su familia; la limpieza de cada una de las cabañas donde se hospedaban los turistas y también el de sus viviendas propias; la obligatoriedad de actuar de moza en el bar de la finca; el mantenimiento de la electricidad, desmalezado y corte de césped en la cancha de polo; llevar y traer a los hijos de Zanetta en las distintas clases de polo que tomaban, y un cúmulo de etcéteras. Como el número de tareas demandaba una agenda de trabajo interminable y extenuante, Santiago, de 14 años, limitado físicamente por el tratamiento oncológico, y Luana, de 11 años, tenían que ayudar a su hermano y su madre en las distintas tareas.
Las palabras de Laura, Lucas y la de su abogado Miguel Ángel Patrón Lombardo, quiénes recibieron a Data Diario en el Libertad Hotel ubicado en la entrada de Cañuelas, donde el grupo familiar se encontraba hospedado -por decisión de la intendenta del distrito, Marisa Fassi, quien intervino en el caso al ser notificada por un delegado de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE) de lo ocurrido, y luego del allanamiento que dispuso Gendarmería Nacional, en un operativo conjunto con el Ministerio de Justicia y de Seguridad de la Nación-, son desgarradoras.

– ¿Cómo se formaliza el primer contacto y el acuerdo de trabajo?

-Miguel: Habían arreglado 30 mil pesos para ella y 30 mil pesos para su hijo mayor, pero cuando llegaron acá le dijo que era 30 mil pesos para los dos, y les descontaban la plata de los servicios y de los gastos de alimentación. Luego de pasar por el tema de la deuda, que es avanzar sobre la libertad, porque ya le debía al patrón, empezaron a avanzar sobre los horarios. Ya no se respetaba un horario, sino que trabajaba desde las 6 de la mañana hasta cualquier hora, y donde empezaba a hacer tareas de todo tipo. Entonces la sobrecarga de tareas en los más grandes, terminaba afectando en los más chicos.

-Laura: En el primer mes, con los 30 mil pesos, yo me quedé sin nada. Entonces teníamos que comer, hice una lista de cosas para que los chicos coman y una lista de medicaciones para Santi, y ya quedé debiendo para el otro mes. Así que yo le quedé debiendo más de dos meses. Me negaban el agua, mi nena recibió una descarga eléctrica bañándose. Y él nos decía ‘no te hagas problema, el electricista dice que no te hagas problema’. ¡Se bañaba con agua fría, chicos!», inicia el relato Laura con lágrimas en sus ojos, destrozada por fuera, pero con una fuerza interna que impacta.

– ¿Cómo fue que Lucas llegó a quemarse en un accidente laboral?

-Miguel: A Lucas lo mandaron a prender fuego un basurero que el tipo sabía que hacía cinco o seis meses que ese pozo se rellenaba constantemente y tenía gases. Él (por «El Patrón») lo manda a prender fuego eso y le saltaron plásticos y tuvo quemaduras importantísimas. Recién al octavo día lo terminaron llevando al hospital.

-Laura: Nos ponían de excusa que estaba cansado, que no tenía tiempo para llevarlo. Tuvo pegado un plástico durante ocho días. Mi hijo decía ‘me duele la pierna entera, me duelen los huesos’. Una vez ahí, lo llevaron de urgencia al Instituto del Quemado. Tenía que hacer reposo y le dieron una serie de medicaciones que por supuesto ellos incumplieron.

Los tres momentos claves que llevaron a Laura a pedir ayuda a un vecino y a escapar de la estancia

Ella describe «tres momentos claves» que le hicieron activar la fortaleza interna para hablar con un vecino llamado Jorge Sosa y que éste pudiera contactarse con un delegado de UATRE:

– ¿Cuál fue el momento dónde hiciste el click?

-Laura: Fueron tres veces. Cuando se burlaban de él (Lucas), le decía que cuando se había prendido fuego él estaba más negro. Entre el patrón y los socios de él, que eran los petiseros, le decían ‘y bueno, más negro de lo que es’. Yo cuando vi ese momento, salí corriendo a apagar todo el fuego y pensé que se me moría.

-Lucas: Se me prendió fuego todo el pelo, lo tenía largo y lo tuve que cortar. Me quemé todo el brazo, toda la pierna y se me clavó un plástico. La reacción fue correr como dos cuadras y tirarme a la pileta, ahí se me endureció el plástico y quedó en la piel. Y ahí se me infectó todo.

– ¿Y cuándo pasa todo esto ellos no hacen nada?

-Lucas: Ahí llega «El Patrón», le comento la situación y se caga de la risa. Le digo que necesito ir a un médico, pero él me decía que estaba ocupado y que no podía. Después de insistirle durante ocho días, me llevaron a una guardia y me derivaron urgente al Instituto del Quemado y otra vez tardó ocho días más en llevarme. Luego cuando me llevaron, me indicaron reposo hasta el 2 de diciembre. Yo tenía que estar hasta esa fecha en reposo y asistir nuevamente al Instituto del Quemado, lo que no se me llevó, y, por el contrario, una semana antes ya había vuelto a trabajar porque él (El patrón) me dijo que estaba en condiciones de trabajar.

– ¿Cristian Force puso el diagnóstico contra las indicaciones de los médicos?

-Laura: Sí, y me lo refregaba a mí. Me decía ‘fíjate que yo tengo que venir a limpiar la pileta’. No teníamos nada para que los cubra, no teníamos ART y no teníamos nada que nos cubra más.

– ¿Eso fue el punto máximo?

-Laura: No, dijeron cosas también tremendas. Yo lo veía tan mal y pensaba que si él salía a defenderme a mí, lo iban a lastimar mucho porque ellos son violentos. Me rebajaban mucho, me trataban de loca, de putona. Se preguntaban entre ellos y en mi presencia ‘¿cómo será en la cama?’. Y él escuchaba todo y un día vino llorando y me dijo ‘¿por qué, mamá?’.

– Esto es muy fuerte ¿Sufriste episodios de violencia física contra tu persona?

-Laura: Hubo violencia física. Lo peor de todo es que hubo mucha violencia y después de esto te das cuenta que no eras tan fuerte, que no sos la mamá biónica. A Lucas lo destrozaban todo el tiempo. Yo aguanto como mamá, otra cosa es con tus hijos. La otra cosa es que le miraban la cola a Luana, una niña de 11 años que jugaba con muñecas.

– Sos muy fuerte para contar todo esto y por resistir. ¿Hay algo que no te animaste a contar y que quieras decirnos?

-Laura: Uno de ellos me agarró la cabeza, me tiró al suelo y me decía ‘sal demonio, suelta todos los demonios’. Hasta que me paré y reaccioné. Me hacía eso porque intentaba de manosearme y yo no me dejaba, no quería que me hiciera eso.

– Eso es abuso y acoso sexual.

-Laura: Fue un abuso. La persona se llamaba Jorge y trabajaba con las vacas, era el encargado de los animales. Tienen una forma de ver a la mujer como una cosa, ni siquiera la ven como madre. Uno se calla muchas cosas para que los chicos no la escuchen. Lucas ha sido tan bueno y si yo decía algo, él se iba a defender y lo iban a lastimar. ¿Y si lo llegaban a lastimar a Santi? ¿Vos te pensás que él iba a dejar que lo lastimaran?

– ¿El Patrón también hacía eso?

-Laura: Los petiseron eran los principales, Jorge y Carlos. Lo que hacía el Patrón era insultar tremendamente a Lucas. Lo mandó manejando por el camino de tierra y lo tuvo que llevar al nene de Carlos porque él hacía polo. Lucas nunca había salido y los polistas y petiseros se encontraban paseando a los turistas y dando clases de polo. Entonces quedó Lucas y lo tuvo que llevar a la ruta. Lucas va y lo lleva al hijo y se pierde, porque nunca había salido del campo. No tenía señal, ni GPS.
Y empezó a gritar y a insultar, empezó a decir ‘tu hijo es un inútil de mierda’. Y los gritos que él pegaba eran tan tremendos que hasta los turistas lo escuchaban y miraban con cara rara. Me llegó a decir ‘tu hijo me está haciendo perder la clase de polo de mi hijo y yo quedo mal delante de todos’. Mientras yo lo escuchaba gritar como loco, estaba sirviendo la comida para los turistas. Y yo me preguntaba ‘¿y si le pasó algo a mi hijo?’ Y no le importaba nada. Para mí era muy fuerte todos los insultos que le daba a mi hijo.

– ¿Llegaste a sentir culpa por esto? Vos tenés que saber que no tenés la culpa de nada.

-Laura: Yo me siento muy mal porque yo los llevé para que fueran libres y felices en un lugar, donde ellos iban a poder tener libertad en la naturaleza. Imaginate que nosotros estábamos en plena pandemia y Santiago estaba tirando en la cama todo el tiempo. Y sus piernas se tienen que mover. Él se puede sanar, pero si él está tirado en la cama no se sana. ¡Me mataron los dos perros! Y hay tres gatitos que quedaron ahí y todavía no sabemos qué va a pasar con ellos. Cuando yo salgo a buscar ayuda, la perra de Lucas (Kira) se estaba desangrando. La envenenaron y la patearon. Tengo sospechas que fue Jorge, el mismo hombre que me quiso manosear.

– ¿Te mataron a tus perros? ¿Y Zanetta que decía de todo esto?

-Laura: ¿Sabés lo que me dijo Carlos? Se reía. Yo le decía no lo quiero cerca de mío porque Lucas iba a reaccionar. Este hombre, Jorge, era un asco, que era el que más miraba a mi hija. Un día se le acercó a Lúana y le dijo ‘ay que linda que sos’, y le pasó la mano por la cintura. Esas cosas fueron el ultimátum y ahí le planteamos con Lucas que esto tenía que dejar de pasar porque yo no podía seguir adelante así.

– ¿Ahí es cuando te sacan la llave de tu casa?

-Laura: Sí, es terrible. Nosotros nos sentamos a hablar con ellos y al otro día vino con su esposa Laura y me dijo: ‘bueno, andate’. Yo no tenía plata y me sacó las llaves de todas las tranqueras. Me quedé sin nada y tampoco tenía las llaves del generador de luz. Él me decía que ganaba plata con ellos y que priorizaba eso”.

– Si le tuvieras que decir algo a esta persona, ¿qué le dirías?

-Laura: Quiero que vaya preso. Quiero que paguen él y todos. Y no quiero que haya otros niños, otras familias. Hay gente que no puede expresarse y que trabajan ahí adentro y de eso se está ocupando la gente de trata de personas.

Para el abogado, todo se trata de una cuestión «ideológica» y «no puede pasar nunca más»

-DD: ¿Estas personas tienen alguna excusa que sustente su defensa por la miseria que le pagaban y el trato que le dieron a la familia?

-Miguel: Es una persona que recibía a personas de mucho poder y de un caudal importante económico, que por un fin de semana de hospedaje pagaba 170 mil pesos de hospedamiento. No estamos hablando de una persona que tuvo problemas económicos durante la pandemia. Así como venía gente del consulado de Francia, venían también jueces. Es una familia de muchísimo dinero y un gran poder adquisitivo. Imaginate cinco familias juntas que venían acá y dejaban esa plata. Esto es turismo extranjero y ellos pagaban todo. Esa gente también venía a comprar a caballos de polo y por eso también daban clases de polo y los turistas que venían compraban caballos que eran carísimos.

– ¿Es ideológico?

-Miguel: Esto es netamente ideológico, de castas. No puede pasar nunca más. Esta práctica es muy común en las casas de country y pagan lo que quieren. Las horas extras acá no existen, mucho menos los derechos laborales.

– La cosificación estuvo desde el primer momento.

– Miguel: Hubo cosificación porque atravesó los derechos laborales. Te integran a toda labor de campo y vos estás para todo. Acá viene la cosificación. ¿Por qué? Porque una vez que yo atravesé los derechos laborales y ya incursiono en delitos, aunque él no vio esa frontera, se cosifica a la otra persona. Es decir, yo ya no te tengo para un horario, te tengo ahí. Vos ya no podés salir porque le cerraba la tranquera y les cortaba la luz. Estaban completamente aislados y en una vivienda totalmente precaria, con tres camas para cuatro personas y con una persona con tratamiento oncológico, sin televisión y sin wifi.

– ¿Cómo la ves a Laura en cuanto a su defensa?

-Miguel: Lo importante es el ahora y pensar qué sucederá. Si nosotros no hacemos bastante revuelo, si no mostramos todo esto… No tendría que ser algo que se consuma como la condena, sino que tiene que ser algo que despierte mecanismos para que esto no vuelva a suceder. Porque esto es irreal, hablar de una persona que esté aislada, que se le descuente la yerba, los alimentos. ¿Si me hablás de la grieta? Yo te hablo de este tipo de grieta, de una persona que se identifica con otro tipo de valores en los cuales no incluyen al otro como un par.

El escape y el día después

Laura indica que todas las personas que fueron apareciendo en su camino serán de ahora en más «sus ángeles» y «sus bendiciones» porque cada uno ocupó un rol. Desde el vecino que llamó al delegado de UATRE que terminó avisando a la secretaria de Derechos Humanos municipal, Gema Tosino, hasta todas las personas que luego terminarían interviniendo en el caso, incluido Miguel.

– ¿Cómo fue el escape?

-Laura: Pedí ayuda. Yo estaba con mucha fiebre, y estaba muy asustada porque uno de los turistas mexicanos había venido con fiebre. Traían personas cuando no estaba aprobado el turismo. Mi hijo es paciente de riesgo y esa vez le avisé a un vecino, que se llama Jorge Sosa y él se contactó con un delegado de UATRE y ahí empezó todo. Ellos se comunicaron automáticamente, me llevaron medicamentos a mí porque yo estaba con fiebre y no lo podía creer. Ahí vinieron del Ministerio de Trabajo de Cañuelas y no los querían dejar entrar y les cerraban la tranquera. «El Patrón» le cerró las llaves de la tranquera a la inspectora, que no podía creer la cantidad de gente que estaba adentro.

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