En la CGT ya plantean una agenda de reclamos al gobierno para un 2017 conflictivo
Dirigentes de la central obrera creen que fueron “tolerantes” con las políticas gubernamentales, y que este año será tiempo de “reclamar soluciones”. “En 2016 le dimos gobernabilidad, ahora queremos que se escuchen nuestros reclamos”, dijo un dirigente cegetista. Un sector, vinculado a los transportistas, comenzó a tener un discurso más punzante.
Diego Lanese / Especial para Gestión Sindical
La semana pasada, con la firma de uno de los integrantes del triunvirato –el transportista Juan Carlos Schmid –la CGT advirtió sobre nuevos despidos, y acusó a empresarios de no cumplir el acuerdo firmado al cierre del 2016, y le reclamó al gobierno que intervenga. Fue el primer reclamo formal del año, al que le siguieron duras declaraciones de Héctor Daer (“si el gobierno no corrige las cosas, vuelca”) y de Omar Maturano (que espera un 2017 “de ajuste y conflicto”). El tono crítico de estos dirigentes se contrapone al diálogo mostrado durante el 2016 por la central obrera, que cerró a puro brindis con el presidente Mauricio Macri. Es que puertas para adentro, en la sede de Azopardo ya hablan de “una nueva agenda de reclamos”, que deberá completarse este año, si el gobierno “quiere mantener la paz social”. Muchos dirigentes creen que el oficialismo les debe un favor, y esperan poder cobrarlo. Fondos de obras sociales, mantener el unicato y crear empleo, en el tope de las demandas.
Las declaraciones de las últimas horas marcan que una parte de la CGT no le dará un “verano tranquilo” al gobierno, que además instaló dos temas “picantes” para la central: la vuelta de las pasantías como generadoras de empleo y la flexibilización laboral. Por eso, por el momento de manera verbal, el clima cegetista va subiendo, y parece ser cada vez más difícil ver un horizonte sin conflictos. “Ayudamos al gobierno a llegar a fin de año sin desbordes sociales, fuimos tolerantes y comprensivos. Este año debemos ‘cobrar’ esos favores”, aseguró en estricto off un dirigente a Gestión Sindical. En este sentido, confirmó que dentro de la propia central existen dos tendencias: quienes quieren realizar estos pedidos “a través del diálogo” y los que quieren hacerlo “mediante la protesta”.
“El año pasado quedó claro que el modelo sindical argentino es garante de la paz social. El gobierno debe entender que no puede realizar una reforma sin conflicto. Demostramos que somos necesarios para darle gobernabilidad a este proceso, pero no podemos esperar respuestas todo el tiempo”, agregó el mismo dirigente. Algunos dentro de Azopardo creen que es hora de ir por mejoras concretas, como un aumento de los recursos que el Estado destina a las obras sociales, que fue clave para iniciar el diálogo el año pasado. Eso, y sostener el actual modelo sindical –en el Congreso hay varios proyectos de reforma de la Ley de Asociaciones Sindicales, ninguno en la agenda del oficialismo –serían parte de los pedidos de esta nueva agenda.
Pero no será fácil contener a los espacios más radicalizados. Tanto la poderosa Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT) como la Corriente Federal de Trabajadores (CFT) vienen pidiendo medidas concretas para presionar al gobierno. En ese sentido, el líder del segundo espacio, el bancario Sergio Palazzo, viene pidiendo un paro nacional para revertir las políticas del gobierno. “La política económica debe cambiar”, fue el último reclamo de la corriente, que denunció que el 2016 terminó con 300 mil despidos.
Por lo pronto, la idea de bajar los aportes patronales, como parte de un plan integran para imponer por parte del gobierno la flexibilización del sector, puso a la dirigencia en alerta. Incluso se habla de convocar para esta semana a una reunión del consejo directivo de la central, para tratar este y otros temas. La llegada de Nicolás Dujovne al gabinete es vista con mucha preocupación por los sindicatos, que si bien no tenían buen diálogo con Alfonso Prat-Gay lo creían “más político”.
Los pedidos de una CGT más dura comenzaron desde afuera, como lo hicieron en estas horas los líderes de dos versiones de la CTA como Hugo Yasky y Pablo Micheli, y se trasladaron poco a poco a la interna de la central. Si bien en público ningún dirigente lo admite, incluso en el triunvirato hay diversas miradas. Un punto de esta situación fue el brindis de fin de año con el presidente. “No fue feliz, es cierto, pero tampoco parece tan trascendente. Fue algo protocolar”, afirmaron a Gestión Sindical desde la central obrera. Para intentar revertir esta idea, se comenzó a aumentar la presión discursiva sobre el gobierno. Habrá que ver cuándo las palabras e trasladan a los hechos.
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