El kirchnerismo y los gremios: balance de una relación compleja que se empieza a apagar
Desde que asumió Néstor Kirchner a esta parte, la relación con el movimiento obrero organizado pasó por varias etapas. De la unidad de los primeros años se pasó a una marcada fragmentación, una de las herencias de este proceso. Los grandes logros, vinculados a las paritarias y la creación de empleo. El trabajo en negro, otra deuda pendiente.
Cuando el 25 de mayo de 2003 Néstor Kirchner asumía la presidencia, muy pocos dirigentes gremiales estaban a su lado. Con un poder prestado por el aparato del PJ bonaerense, el santacruceño llegaba a la Casa Rosada con la necesidad de armar su propia estructura de poder, en una Argentina deseosa de gobernabilidad. El movimiento obrero de esos días estaba dividido en tres grandes bloques. Por un lado la CGT oficial, que tenía un gobierno tripartito luego del fracaso de la unidad durante el gobierno de Adolfo Rodríguez Saa. Por el otro, la CGT disidente, donde Hugo Moyano construía su imagen de sindicalista duro, heredando los laureles de la pelea contra el neoliberalismo llevada adelante desde el MTA. Y la CTA, con menos de una década de vida, que se planteaba con una experiencia novedosa en el gremialismo vernáculo, y que apostaba por la democratización del sector. En poco tiempo, Kirchner cambió todo. Unificó a la CGT bajo el amparo de Moyano, alineó a la CTA con la difusa promesa del reconocimiento legal, y se convirtió en uno de los pocos presidentes que albergó bajo si ala a prácticamente toda la dirigencia gremial.
Con Cristina Fernández de Kirchner en el poder la cosa cambió, en especial desde 2011. Antes, la CTA se quebró, en parte por las posiciones irreconciliables de sus dirigentes respecto al actual modelo de gobierno. La CGT primero perdió a Luis Barrionuevo, y luego al propio Moyano, y dejó tres espacios que fluctúan pero no terminan de unificarse.
Cuando la presidencia termine su mandato, se cerrarán 12 años de kirchnerismo. Más allá de si gana el oficialismo, será el fin de un ciclo. Y si bien los gremios alineados con el gobierno son muchos –mayoría, se podría decir –la fragmentación existe. Cinco paros nacionales y fuertes cruces mediáticos fueron la constante en los últimos dos años, cuando el gobierno enfrentó, con su habitual vehemencia, al sindicalismo que no lo apoyo. Como es tiempo de balance, Gestión Sindical consultó a dirigentes de diversos espacios, para saber qué deja la relación del kirchnerismo con los trabajadores. Los logros más notables y las deudas que heredará el próximo gobierno, en un sector que suele acomodarse rápido a los nuevos vientos.
Paritarias y convenios colectivos
En cualquier balance que se haga de la relación del kirchnerismo con los gremios debe tener en cuenta el punto de partida de este proceso político, que heredó los resabios de la crisis del 2001, y asumió con una estructura de poder “prestada”. Como símbolo, en su primer día como presidente, Kirchner tuvo que enfrentar una huelga docente en Entre Ríos, y viajó a esa provincia junto a su ministro Daniel Filmus para desactivar rápidamente la situación, mostrando que las relaciones serían “en persona”.
“El eje del gobierno de entonces se centró en la recuperación de un conjunto de herramientas de políticas de Estado, otrora entregadas a los intereses privados o de mercado. Devaluación de por medio, la situación permitió recuperar gran parte de la capacidad ociosa industrial, incentivar la demanda agregada y aumentar el consumo popular”, recuerda Carlos Fernández en su trabajo “El movimiento obrero en la etapa kirchnerista” (1).
A partir de un mejoramiento general de la economía, se comenzó a forjar lo mejor de la relación con el movimiento obrero, que terminó con un alineamiento casi general, que duró hasta el 2010/2011. Esta base fue cimentada por dos factores que el gobierno puede mostrar como grandes estandartes: la vuelta de las paritarias y la discusión anual de los convenios colectivos de trabajo.
“El restablecimiento de las convenciones colectivas permitió a los trabajadores organizados recuperar el poder adquisitivo de los salarios, mejorar las condiciones de trabajo y fortalecer las organizaciones sindicales de base, con independencia de las permanentes divisiones en las instancias organizativas de tercer grado del sindicalismo argentino”, asegura en el mismo trabajo Fernández.
Esto genera las grandes herencias a futuro del kirchnerimo. “Recuperar las paritarias, los convenios colectivos, los millones de puestos de trabajo, es el gran legado de este gobierno, que apostó a un modelo industrial que le devolvió muchos de los derechos arrebatados a los trabajadores durante el neoliberalismo”, resume Sergio Sasia, titular de la Unión Ferroviaria.
“Nosotros hemos tenido una relación (con el kirchnerismo) con participación, principalmente en los últimos años en materia sindical. Hemos podido participar no sólo brindando nuestra opinión sino formar a los trabajadores para los desafíos del futuro laboral. Esto hacia adelante debe acrecentarse”, destaca Sasia en diálogo con Gestión Sindical. Alineado con Daniel Scioli, el dirigente –que llegó al poder luego que el histórico dirigente José Pedraza terminara preso por la muerte de Mariano Ferreyra –cree que la relación luego del 10 de diciembre “se irá acrecentando, pero en la misma dirección que hasta el momento”, siempre y cuando el gobernador gane las elecciones.
Quienes se mantuvieron cerca del oficialismo durante estos 12 años, valoran fundamentalmente el modelo productivo, que permitió la recuperación económica. Además, avalan el incentivo para fomentar la participación política de los trabajadores. Con esta idea nació Propuesta Política de los Trabajadores, un espacio dentro de la CTA de los Trabajadores que lidera el adjunto de esa central, Pedro Wasiesko. En su documento fundacional marca este apoyo, y fundamenta la relación del sector con el oficialismo, que llevó incluso al límite de la fractura del espacio.
“Las decisiones políticas ejecutadas en materia económica-social, han permitido el renacimiento de nuestro sector productivo (agrario e industrial), con el consiguiente crecimiento sostenido de la economía, el aumento significativo de la ocupación laboral y del empleo en blanco, como asimismo la reducción y sustentabilidad de la deuda externa y una acumulación record de divisas hasta el estallido de la crisis financiera global”, destaca el texto.
Unicato y fragmentación
De la columna del debe, que fue aumentando de volumen en los últimos años, existen temas estructurales, que forman parte más de un modelo sindical en su conjunto que de una relación coyuntural de un proceso político con los trabajadores organizados. Sin duda que el tercio de trabajo informal forma parte de este espacio, así como cierto desequilibrio en la pirámide salarial, que creó un término usado de manera despectivo por la Presidenta, lo que enojó a más de un dirigente sindical: “trabajadores oligarcas”.
“Creo que si hay un divorcio entre lo que se dice y lo que se hace, que caracteriza a la acción de este gobierno. Es que autoproclamándose nacional y popular es imposible un proceso de transformación de la sociedad que no cuente con el protagonismo de la clase trabajadora. Y en la práctica lo que hizo este gobierno es fragmentar, dividir”, sostiene Hugo “cachorro” Godoy, flamante secretario general de ATE nacional, e integrante de la CTA Autónoma. Para Godoy, “el hecho de que hoy haya cinco centrales sindicales, y una actitud tan activa y desenmascarada del Ministerio de Trabajo interviniendo en los procesos electorales de las organizaciones sindicales y en otras instancias de su vida interna es el dato mayor”.
Como parte del sector más enfrentado al gobierno, Godoy lamenta que “lo que podría haber sido un período de crecimiento del protagonismo popular, luego de la resistencia de la crisis del 2001, dio lugar a un trabajo sistemático para fragmentar”.
Godoy le dice a Gestión Sindical que a su criterio luego del 10 de diciembre “se abre una etapa nueva en el país, y el desafío de reagrupar la fuerzas populares y unificarlos en torno a una estrategia, es una de las cosas que se abren”. “La herencia que deja el kirchnerismo es esta: Scioli, Macri y Massa”, concluye de manera mordaz.
Otra de las “herencias negativas” para algunos sectores se encuentra el modelo sindical, que todavía mantiene el unicato, es decir, el gremio por rama. Si bien las tres CGT sostienen esta idea como parte del sostenimiento del poder, el kirchnerimos se suponía podía avanzar en formas más democráticas de representación sindical, algo que no sucedió. “Lo que venimos planteando es que no hay libertad ni democracia sindical porque hay una supeditación al Ministerio de Trabajo”, asegura José Rigane, titular de la Federación de Trabajadores de la Energía de la República Argentina (FeTERA) e integrante de la CTA Autónoma. “El otorgamiento o no de la personería gremial es una clara decisión política, no una cuestión administrativa”, remarca Rigane en diálogo con Gestión Sindical.
Para el dirigente, el caso de FeTERA y la CTA “es una demostración de falta de voluntad política del ministerio de Trabajo, quedó demostrado que se le otorga a las organizaciones amigas, que no discuten. El comportamiento en estos 12 años de gobierno en relación de los reclamos del movimiento obrero fue este”.
La curva que va desde el 25 de mayo del 2003 y el próximo 10 de diciembre tiene muchos puntos altos, y otros bajos. Lo cierto es que el nuevo gobierno tendrá la tarea de relacionarse con un movimiento obrero muy fragmentado, y con marcadas posturas políticas. Con la base que deja este proceso político, y sus deudas en materia laboral.
Referencias
1- X Jornadas de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2013.
Momentos cumbre
Es muy difícil resumir en pocas líneas 12 años de gobierno, en especial en un país tan cambiante como la Argentina. Pero en este largo trayecto, hay algunos momentos que se convirtieron en hitos de la relación del gobierno con los gremios, que cambiaron la realidad y que tuvieron un efecto a futuro muy marcado. Estos son los cinco momentos del movimiento obrero y el kirchnerismo elegidos por Gestión Sindical para ilustrar este proceso político y social.
-La primera gran huelga
Si bien cuando asumió Néstor Kirchner los docentes entrerrianos estaban de paro, en su presidencia las huelgas no fueron comunes. El repunte económico y el rápido alineamiento de los gremios, en especial la unificada CGT, fueron fundamentales para evitar las protestas. Tal vez el primer conflicto de envergadura fue la que protagonizaron los metrodelegados en 2008 y 2009, cuando estrenaron su flamante herramienta gremial: la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro (AGTSyP). En esos momentos, como ex presidente, Kirchner buscó terciar en la disputa, e incluso hizo algunos movimientos para que se logre el reconocimiento del nuevo sindicato, ante la negativa de Carlos Tomada de cambiar de postura. No alcanzó, pero marcó la forma en que se movería el gobierno en los años siguientes: buscar dividir fuerzas para negociar con los sectores más cercanos. Paradójicamente, los mterodelegados se quedaron luego de 201 en la CTA de Hugo Yasky, y fueron de los pocos gremios del transporte que no realizaron paros al gobierno.
-La crisis del campo
Durante los agitados días de la crisis del campo, los gremios jugaron un rol central en la “contra ofensiva” del gobierno, que ganó la calle con marchas y contra piquetes. En este sentido, el rol de Hugo Moyano y sus camioneros fue fundamental, ya que garantizaron “ganar la calle” cuando la pelea estaba en su momento más tenso.
Esta situación cambió simbólicamente al gobierno, lo reconfiguró, y si bien el resultado inmediato fue perder las elecciones de medio término de 2009, también fue la base que le permitió reinventarse y lograr el triunfo de 2001.
La ruptura de piquetes de los productores, realizada por los camioneros, marcó el compromiso de Moyano con el gobierno. Algunos sostienen que tiene que ver con Néstor Kirchner, y que su muerte adelantó la ruptura con el gobierno.
-El asesinato de Mariano Ferreyra
“La bala que mató a Ferreyra rozó el corazón de Néstor”. Las palabras de Cristina Fernández de Kirchner marcan la importancia del hecho en los 12 años de kirchnerismo. El asesinato de Mariano Ferreyra, militante del PO, durante una protesta contra la tercerizaciones ferroviarias, sucedió pocos días antes de la muerte del ex presidente, que según la jefa de Estado trabajo y aportó para esclarecer parte del caso. Lo cierto que por la muerte terminó preso y condenado José Pedraza, histórico dirigente de la Unión Ferroviaria, y parte de la cúpula sindical.
Si algo cambió con este caso, además de la caída de los dirigentes, fue el fin de la estafa laboral que significaban las tercerizaciones. El escándalo obligó al gobierno a tomar cartas en el asunto, pero dejó una huella demasiado grande, ya que terminó de perder el apoyo de algunos sectores sindicales. Por primera vez, una muerte vinculada con el mundo del trabajo se anotaba en la era K.
-La ruptura con Moyano
Luego del abrumador triunfo de 2011, las señales de distanciamiento entre la presidenta y Hugo Moyano se hicieron cada vez más visibles. La falta de protagonismo en el armado de lista del oficialismo, copado por sectores muy cercanos a Cristina Fernández y sus principales asesores, relegó al movimiento obrero, que no aceptó la situación. Para colmo, desde la Casa Rosada comenzaron a alentar un cambio de autoridades en la CGT, y vía el dinero de las obras sociales, promovieron la candidatura de Antonio Caló para reemplazar a Hugo Moyano. En 2012, la fractura de la CGT fue un hecho, y el divorcio político entre el camionero y el kirchnerismo quedó sellado. “Nosotros no cambiamos, cambió el gobierno”, argumentaban alrededor de Moyano. Empezaba la etapa más dura del gobierno en relación a los gremios, con los primeros paros nacionales.
-Los paros nacionales
En total, el kirchnerismo sufrió cinco paros nacionales, de variada intensidad y alcance. Fueron protestas masivas, por la adhesión de los gremios del transporte, pero que no lograron desestabilizar políticamente al gobierno. Hubo mucha pirotecnia verbal, pero pocos cambios sustanciales, tanto en la política del gobierno como con la relación con los gremios. La carrera electoral desactivó cualquier intento de profundizar las protestas. De hecho, Pablo Micheli habló de hacer un paro para septiembre, y no logró apoyos de ningún tipo.
Los paros mostraron la “unidad en la acción” de sectores diferenciados a los largo de estos 12 años, para no decir antagónicos. Pero esta unidad no terminó en una construcción común. La falta de capitalización política de los paros, tanto en el sector opositor como en la dirigencia sindical con aspiraciones electorales, puede resumirse en un dato: pese a la estridencia de las manifestaciones, el partido de Hugo Moyano no participó de las PASO, y su sector mira el proceso electoral desde un costado.
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