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Dirigencia sindical sub 40: la renovación generacional avanza contra la corriente

26. 09. 2015

El recambio dirigencial se vive de forma firme pero lenta, en un sector acostumbrado a contar los mandatos en décadas. La irrupción de la Juventud Sindical dio vigor a la llegada de jóvenes al poder gremial, que incluso desafían las viejas estructuras. Quiénes son y dónde están los ejemplos más destacados de esta tendencia.

Desde la recuperación de la democracia, pocos sectores fueron tan poco adeptos a la renovación como los gremios. Por su carácter verticalista, las organizaciones sindicales suelen ser proclives a los mandatos contados en décadas, con casos emblemáticos, como el de Enrique Venturini, el titular del gremio de los electricistas navales, que estuvo nada menos que 53 años al frente de la entidad, hasta su muerte en 2012. En este contexto, el ascenso y la renovación de nuevas camadas de dirigentes se hacen dificultosos, cuando no imposible.

Pese a las trabas –estatutos a la medida de la dirigencia tradicional, falta de representación en las unidades de trabajo –desde hace un tiempo existe una ola de “dirigentes sub 40” que buscan renovar los gremios argentinos. Con Facundo Moyano y su Juventud Sindical como expresión más visible, la renovación sindical pelea desde adentro por conseguir gremios más democráticos y participativos. Una tarea que no parece demasiado fácil.

La nueva dirigencia incorpora a la agenda de los gremios temáticas como el medio ambiente, derechos humanos o la cuestión de género, utilizan redes sociales y plataformas virtuales para comunicarse con las bases, y busca cambiar la imagen de la dirigencia gremial, que según algunas encuestas están entre las más bajas del país. La renovación incluye un giro ideológico en la juventud, que alimenta una mirada política menos ortodoxa del sindicalismo, históricamente vinculada al peronismo, para alimentar un clasismo que alimenta la nueva izquierda y otras expresiones partidarias.

Sindicalismo siglo XXI
De la mano de un ascenso de los jóvenes en el protagonismo político, en especial en el segundo tramo del kirchnerismo en el gobierno, en el sindicalismo comenzó a circular una camada de nuevos dirigentes, que catalizaron su participación a través de la Juventud Sindical, espacio liderado por Facundo Moyano que en 2010 hizo su presentación formal en un acto en el Luna Park en donde estuvo su padre Hugo, por entonces líder de la CGT unificada, y el ex presidente Néstor Kirchner. Antes, habían marchado con las madres y abuelas de Plaza de Mayo un 24 de marzo, marcando un cambio de mentalidad respecto a la dirigencia tradicional.

Incluso, cuando se lanzó, la Juventud Sindical se animó a cuestionar al justicialismo, algo que pocas veces se había visto. “El Peronismo no se reduce a una maquina de ganar elecciones. El Peronismo es un movimiento para la liberación nacional. Por eso nosotros proponemos la unidad detrás de un proyecto y no de candidatos. Ayer y hoy ser peronista es defender la justicia social, la soberanía política, la independencia económica y la unión latinoamericana”, expresó el documento fundacional del espacio encabezado por el actual diputado nacional y candidato del Frente Renovador.

Cuando en 2012 se formalizó la ruptura de la CGT, en la rama juvenil se vio reflejado este quiebre, con el lanzamiento de un sector alineado con Antonio Caló. Bajo el nombre de Juventud Sindical Peronista, reúne a más de 40 organizaciones sindicales, con Hernán Escudero (gremio de la educación SADOP) a la cabeza. El espacio se constituyó bajo un lema bien claro: “sin trabajadores, no hay patria. Sin jóvenes en la defensa del proyecto, no hay futuro”. En el armado participaron activamente Sebastián Maturano (La Fraternidad) y Cristian Gerónimo (UTA), que luego quedaron en una posición incómoda cuando sus gremios abandonaron la estructura de la CGT de Caló, volvieron a la moyanista Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT) y protagonizaron los dos paros nacionales del 2015.

Esta nueva juventud nació criticando a Hugo Moyano, a quien lo acusaron de hacer de la CGT “un proyecto político personal”, e incluso cargaron contra su hijo menor Facundo, conductor de la Juventud Sindical original. “El espacio de facundo e maneja desde el unicato, y nosotros quereos la participación de todos. Esa fue una de las razones de nuestro alejamiento”, aseguró un dirigente del espacio.

Contra la corriente
La llegada de cuadros jóvenes a los gremios generó un enfrentamiento generacional con una dirigencia acostumbrada a quedarse años y décadas en el poder. En los gremios más grandes y tradicionales, estatutos complejos y trabas para acceder a la representación son algunas de las herramientas usadas por la vieja dirigencia para bloquear el ascenso de los jóvenes. Pero siempre hay espacio para su irrupción. “Hay grupos de compañeros que tienen ganas de intentar darle un vuelvo definitivo al sindicalismo”,, explica Sergio Ortiz, dirigente del Sindicato de Empleados de Comercio de Capital Federal. En diálogo con Gestión Sindical, el dirigente reconocer que en su caso y tantos otros “tenemos que estar preparados para asumir las responsabilidades que nos esperan, porque pese a todo los dirigentes no son eternos”.

En el SEC porteño Armando Cavalieri lleva décadas como mandamás, y acaba de renovar hasta el 2019 su liderazgo en la federación nacional, pese a sus más de 80 años. Por eso, quienes buscan un espacio en el gremio deben lidiar con un dirigente con quien tienen pocas cosas en común, más allá de lo ideológico o lo político. “Yo con Cavalieri no tengo una reunión, no se convoca al consejo para hablar de salario, las paritarias las cierra y las firma él, no hay reuniones de delegados, ni plenarios ni nada. Todo bien piramidal. Yo no puedo hablar nada con Cavalieri, yo vengo de sufrir los 90, cuando había flexibilización laboral, de la cual era socio. Pensamos distinto, estamos a las antípodas”, asegura Ortiz.
Este choque hace que muchos jóvenes delegados no puedan ascender en los gremios. En el caso de comercio, Ortiz afirma que “no hay reglas de juego claras para elegir delegados, cuando vas a pedir una elección es muy difícil que te la den”. “Los delegados de base deberían ser los semilleros de los nuevos dirigentes, pero es muy difícil lograrlo, muchas veces el gremio y los empresarios juegan en convivencia, para convencerlos de que no se presenten y sino los echan. Los cuadros políticos sindicales no se compran en los supermercados, se forman, y nuestro gremio no los forman, no hay semillero”, remarca.
Uno de los problemas que identifica Ortiz de la falta de renovación –de Comercio y el sindicalismo en general –es que la estructura sindical se mezcla con intereses políticos que se van creando. “Con el tiempo, las estructuras se vuelven no sólo sindicales, sino también políticas y judiciales, y ahí es más difícil penetrar”, destaca.

Por eso, el dirigente propone que los secretarios generales no estén en sus cargos más de dos mandatos, para asegurar la renovación. “Tenemos la responsabilidad de formar cuadros políticos y sindicales delegados que estén preparados para conducir un gremio cuando menos se lo esperan”, concluye.

Desde la base
Cuando la dirigencia joven no encuentra espacio en la estructura sindical clásica, tiene dos opciones: o intenta enfrentarla desde adentro o se sale y forma un nuevo gremio. Esta segunda opción generó varios nuevos sindicatos, que no por casualidad son conducidos por jóvenes, como sucedió con el pionero Roberto Pianelli y los metrodelegados, o el reciente caso de la Unión Informática, que si bien no se escindió de ningún otra gremio fue motorizado por jóvenes programados que buscaban una estructura específica para su representación sindical (antes eran incluidos en el gremio de la empresa para la que trabajaban, por ejemplo).

Como explica Paula Lenguita, por condiciones temporales, los nuevos dirigentes suelen estar enfrentados políticamente a las conducciones tradicionales, lo que aumenta la tensión que ya genera pertenecer a otras generaciones. “Reprimidos por la dictadura en la década de los 70 y bloqueados por los ‘sindicalistas empresarios’ en los 90, los cuerpos de delegados han vuelto al escenario sindical argentino”, asume la investigadora, que cree que existe una disputa de poder entre las bases, por lo general vinculadas a alguna experiencia de izquierda y motorizada por delegados jóvenes, y la dirigencia tradicional. Así, a menudo jóvenes sin experiencia gremial “han logrado éxitos resonantes”, “una tendencia que puede no estar avalada por las jefaturas gremiales porque es interpretada por ellas como una amenaza a su propia hegemonía” (2).

En el 2014, esta tendencia explotó en el sector metalmecánico, cuando la crisis de las autopartistas generó despidos y suspensiones. Los casos de Lear y Gestamp dejaron al descubierto las diferencias entre los nuevos delegados y las viejas estructuras. En el primero de los casos, el enfrentamiento entre la conducción del SMATA y los delegados incluyó denuncias de aprietes, una asamblea escandalosa donde se removió a la comisión interna y mucha pirotecnia mediática. “Ricardo Pignanelli y el SMATA terminó siendo cómplice de la patronal, que viola sistemáticamente la ley nacional”, dijo uno de los delegados de esos días a Gestión Sindical, que pidió no ser nombrado por temor a represarías, tanto de la empresa como del gremio.

El caso Lear fue el más saliente del divorcio entre los gremios y muchos delegados jóvenes, nacidos al calor de la lucha. Esto produjo varios casos de represión (la Gendarmería actuó en ellos varias veces, golpeando a muchos trabajadores), que en ningún caso fue condenado por los gremios, lo que acentuó las diferencia.

Con un lenguaje casi anacrónico, los gremios tradicionales respondieron con acusaciones de “infiltración”, lo que marca las diferencias generacionales casi irreconciliables. Firmada por la Confederación de Sindicatos Industriales de la República Argentina (CSIRA), la solicitada publicada expresaba el descontento de la dirigencia del sector, cuyos referentes son el propio Pignanelli y nada menos que Antonio Caló, titular de la UOM y la CGT Alsina, y acusó a los jóvenes de buscar “la atomización del movimiento obrero” (1). “Fue una especie de ‘luz verde’ para la represión, para que sepan que los gremios no iban a respaldarnos. Eso marca las enormes diferencias que tenemos”, recordó el mismo delegado consultado.

En otros casos, como el de la Línea 60, donde la comisión interna llevó adelante un largo conflicto sin el aval de la UTA, el triunfo obrero evitó la ruptura, pero dejo en evidencia que las nuevas generaciones de dirigentes son capaces de desafiar a los líderes históricos, incluyo criticarlos, pero les es muy difícil desestabilizarlos en su hegemonía.

Ciclo abierto
Pese a las dificultades, la renovación parece avanzar a paso firme, aunque lento. Muchos gremios siguen teniendo conducción “eternas”, que la muerte (como sucedió en el caso de Oscar Lescano en Luz y Fuerza o Juan Manuel palacios en la UTA) o los problemas legales (José Pedraza en la Unión Ferroviaria y Juan José Zanola en La Bancaria) parecen ser los únicos motivos para ponerle fin.

Algunos dirigentes intentan poner el ejemplo, para alentar la participación. En la UOM, donde caló lleva pocos años al frente, hay un caso concreto. En la seccional La Matanza, el histórico dirigente Carlos Gdansky dejó la jefatura después de casi tres décadas. En su lugar asumió un consejo directivo con un promedio de edad de 43 años, buscando dar espacio a las nuevas generaciones.

“Nosotros tenemos hace 30 años el mismo secretario general. En este tiempo se crearon 100 mil viviendas, y el gremio no fomentó un plan para que los empleados de comercio puedan acceder a ellas, cuando sabemos que el 40 por ciento de los afiliados son de la provincia de Buenos Aires y alquila en Capital Federal”, ejemplifica Ortiz sobre los problemas de las dirigencias tan instaladas en el tiempo. Una realidad que un grupo de dirigentes busca cambiar.

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