Sin fecha, la CGT anunció una protesta: “si no hay rectificaciones vamos a parar al país”
Una verdadera multitud acompañó el reclamo de la central obrera, que finalmente no le puso fecha a su medida de fuerza. “Se quebró la confianza con los interlocutores del gobierno”, dijeron. El cierre con incidentes marcó el nivel de descontento de las bases, que se quedaron en la plaza al grupo de “paro general”.
Diego Lanese / Especial para Gestión Sindical
Cerca del mediodía, la avenida 9 de julio se desbordó de gente. Las columnas que intentaban llegar al Diagonal Sur y Moreno, donde se montó el escenario principal, no pudieron avanzar más. La marea humana se detuvo, y así quedó. La multitud que acompañó la movilización de la CGT desbordó cualquier pronóstico, y marco uno de los puntos de la jornada, que con matices tuvo una consigna clara: parar contra las políticas del gobierno de Mauricio Macri. Empujado por las circunstancia, lo que iba a ser una movilización de gremios industrial se volvió una movida de toda la central obrera, a la que se sumaron desde la CTA y la izquierda clasista hasta el PJ –en todas sus versiones –y el Frente Renovador. Fue tan grande la concentración, que el triunvirato decidió adelantar una hora el acto central, para evitar incidentes. En el mismo, se confirmó la realización de un paro nacional, pero no se le puso fecha, lo que generó enojo de algunos sectores, que produjeron incidentes aislados. En sus discursos, los dirigentes cegetistas marcaron el descontento, pero no pudieron evitar las críticas de los sectores más radicalizados, que desconociendo el pedido de tranquilidad gritaron durante todo el acto “paro nacional”.
La convocatoria de la CGT contó con un amplio respaldo sindical y político, y desbordó las expectativas de la convocatoria. En la previa al acto central, desde la organización admitían que no querían dar números de asistentes porque “hay gente por todos lados”, La pelea por acomodarse frente al escenario comenzó de temprano, y fueron ganadas por los camioneros de Hugo Moyano y la UOM de Antonio Caló. Además, tuvieron una buena ubicación los albañiles de la UOCRA, que por su histórica diferencia con el moyanismo pronosticaban parte de los incidentes posteriores. A diferencia de otros actos, hubo una buena respuesta de personas que no se enrolaron en gremios o partidos, aunque desde temprano le fue imposible llegar cerca del escenario.
Desde temprano, las versiones recogidas en el lugar anticipaban que no habría una fecha del paro nacional tan reclamado, como dijo un día atrás Carlos Acuña en la marcha docente. El propio integrante del triunvirato tuvo que soportar en directo la presión de un grupo de docentes, que mientras el dirigente daba una nota para la televisión le reclaman que “pongan la fecha del paro, viejo”. Alrededor del paro, la necesidad de filtrar los “invitados” hizo lenta la subida. Algunos dirigentes habían pedido expresamente “nada de kirchneristas”, algo que vivió en carne propia el ex jefe de Gabinete Aníbal Fernández, que fue retirado del lugar por personal de seguridad.
A diferencia de lo que sucedió el 29 de abril, cuando todo el sindicalismo marchó por el Día del Trabajador y anticipó la unidad futura, en la jornada de martes hubo desde un comienzo tensión. La cantidad de gente en el lugar, la expectativa de la fecha del paro y las diferencias entre grupos hasta no hace mucho enfrentados –en especial dentro del peronismo –terminaron por armar un clima espeso, denso, que se fue metiendo en la jornada. La llegada de figuras como Daniel Scioli no ayudó a descomprimir, y pese a que la CGT se cuidó de mostrarse junto a cualquier político, marcó una plaza de diferencias. Los discursos, y la reacción final de parte de la concurrencia, confirmaron la presunción.
“Paro general, paro general”
Una hora antes de lo previsto, los integrantes del triunvirato hablaron a la multitud. La versión recogida por Gestión Sindical indica que se adelantó porque “ya no podía entrar más gente”, y querían evitar “aglomeramientos innecesarios”. Pero para otros la decisión se explica por el clima tenso en crecimiento. El primero en hablar fue Carlos Acuña, que no pudo evitar que los gritos de “paro general” lo interrumpieran varias veces. El dirigente recordó que el gobierno vetó la ley “anti despidos”, y que pese a eso la CGT “fue prudente”. “La CGT no va a permitir que nos quieran poner techo o piso a las paritarias”, afirmó Acuña.
El dirigente de los trabajadores de las estaciones de servicio prometió pelear por “lo perdido en 2016”, pero el descontento era cada vez mayor. El anuncio de un paro “para fines de marzo o principios de abril”, generó la reacción de la multitud, que insistía con su reclamo. “Si no hay respuesta la CGT va a poner fecha para un paro, necesitamos que se resuelvan ahora los problemas de los trabajadores”, agregó. Pero la gente estaba dispuesta a ir por más: “poné la fecha ahora”, le gritaron.
Para el moyanista Juan Carlos Schmid, segundo orador de la jornada, el tono fue el mismo. Sin duda el titular de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT) es el más sólido de los tres integrantes del triunvirato y lo demostró en su discurso. “Venimos a anunciar que habrá medidas de fuerza, no vinimos a hacer un diagnóstico”, dijo. “El gobierno ve un retrato social y económico que la mayoría de los que estamos acá no vemos. Hay una velocidad para resolverle los problemas a los grupos económicos, a los poderosos, y otra a los débiles”, por eso vamos a parar”, agregó Schmid.
En el único tramo donde la multitud silbó abiertamente el discurso de los dirigentes fue cuando Schmid se refirió al gobierno de Macri y su intención de pobreza cero. “La visión de los voceros modernos, de los CEO que se creen brillantes es que nos jorobemos, que aguantemos la malaria, eso no lo va a soportar la CGT”, remarcó el dirigente, que admitió que “se quebró la confianza con los interlocutores del gobierno”. Además, hubo apoyo a los docentes en conflicto, y un reclamo de paritaria nacional. “El país se construye con educación y trabajo, para llegar a ese lugar hay que dejar de atacar a los sindicatos y llamar a la paritaria nacional”, remarcó.
El cierre del acto estuvo a cargo de Héctor Daer, que debió soportar los insultos directos de la gente. “Ponele fecha, la puta que te parió”, fue el gripo generalizado, ante la confirmación del paro pero no del día de realización. En un acto fallido, el dirigente de la Sanidad dijo que sería “antes de fin de año”, lo que hizo estallar a la multitud. Ya nada alcanzó para frenar el malestar. Ni los pedidos de “política industria” ni la defensa de los convenios colectivos alcanzó. El cierre marcaría el estado de situación de una de las marchas más multitudinarias del país.
Cierre con disturbios
Sin fecha y en medio de los gritos de los sectores cercanos al palco, la desconcentración del acto terminó con enfrentamientos. Por un lado, sectores que pedían fecha del paro, y que increpaban a los dirigentes sobre el escenario. Apenas dejó de hablar Daer, la marcha peronista intentó poner le un manto de piedad a la situación. Pero mientras algunos cantaban con sus dedos en “v” al aire, un grupo se acercó al escenario al gripo de “traidores”, y “pongan fecha”. Las primeras corridas se dieron cuando algunos bajaban del escenario, como Pablo Moyano, que se fue escoltado por varios camioneros, que a los empujones lo sacaron del lugar. Schmid quedó un largo rato en el escenario, a la espera que se despejara el lugar. Acuña corrió peor suerte: terminó en el palier de un edificio contiguo, cuando la gente le reclamaba a los gritos.
En un primer momento los incidentes se leyeron como el desborde de las bases a la actitud del triunvirato de no ponerle fecha al paro. También juega la interna del peronismo, aunque no de la forma en que se cree. Los sectores kirchneristas apenas estuvieron cerca del lugar, y nunca pudieron tomar un lugar central. En un rato, un grupo de personas se subió al escenario ya vacio y al canto de “paro general” marcó un momento inédito en la dirigencia sindical argentina. La máxima del general Juan Domingo Perón, aquella de “con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”, podría comenzar a cumplirse por primera vez.
A partir de ahora, los pasos a seguir no están del todo claro. Si bien el paro es una promesa, la confianza que pueda despertar el triunvirato en las bases deberá ser rectificada, y se sabe que esos quiebres suelen ser duraderos. Lo cierto es que sin el paraguas de la CGT, cualquier medida no tiene la contundencia ni la visibilidad necesaria para poner imponer condiciones. Y a la dirigencia sindical no le gusta que la arreen. Y menos que les tiren botellas. Como imagen final, en el escenario “invadido”, la caída del atril de la CGT puede anticipar un final para esta dirigencia. Es demasiado apresurado, pero el 7 de marzo puede ser un día bisagra para el movimiento obrero argentino.
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