La situación de debilidad política de Macri tras los últimos resonantes fracasos en su plan económico, no le dan la legitimidad mínima para avanzar. A esta altura, el sindicalismo, unánimemente, no quiere tratar ninguno de los puntos que plantea el oficialismo. Los gremios influyen directamente en todas las variantes del peronismo, el progresismo y la izquierda. Todos los legisladores de esos sectores no estarían dispuestos ni a tratar la iniciativa flexibilizadora.
En su segundo intento por impulsar una reforma en la legislación laboral, el Gobierno vuelve a chocar con la postura unánime de todo el arco sindical. Y sus últimos traspiés en materia de inflación, salarial y, sobre todo devaluatoria, lo dejó en una posición de debilidad y falta de legitimidad, que lo dejan sin margen de maniobra para el intento.
«La reforma laboral es un eslogan. ¿Qué quieren reformar? Perjudicar a los trabajadores, no existe una a favor. El Gobierno tiene que resolver y ocuparse de la timba financiera. No hay posibilidad de discutir una reforma laboral», dijo Carlos Acuña, uno de los integrantes del triunvirato de mando de la CGT, en declaraciones a FM FutuRock.
El mensaje de Acuña, que responde a Luis Barrionuevo, no corre solo por cuenta propia. En la CGT ya se descartó cualquier respaldo a la iniciativa oficial a pesar de que se le hicieron modificaciones en lo relativo a las indemnizaciones, el punto que generó mayor resistencia.
Los gremios, que influyen directamente entre los legisladores peronistas, ya no estarían ni siquiera dispuestos a facilitar el tratamiento del capítulo sobre la creación de una agencia de tecnologías de salud, cuya finalidad sería reducir el nivel de litigiosidad que existe hoy en contra de las obras sociales y fijar un nuevo programa médico obligatorio. El mismo panorama ocurre con los sectores progresistas y de izquierda de la cámara, que tiene vínculo con los gremios combativos, muchos vinculados a la CTA.
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